Los colorantes artificiales tienen funciones importantes, se usan ampliamente en productos alimenticios y, en general, son poco conocidos en términos de su química, impacto en la salud y regulación. Aproximadamente el 42% de los consumidores están de acuerdo en que la ausencia de colores artificiales en los alimentos es muy importante para su concepción de la salud; no obstante, los estudios científicos han demostrado que su consumo es seguro.
Los colorantes de origen artificial imparten un color intenso y uniforme, son menos costosos y se mezclan más fácilmente para crear una mayor variedad de tonos, en comparación con los colores naturales. Actualmente, nueve colorantes artificiales están aprobados para su uso por la FDA y la EFSA, las agencias reguladoras de los aditivos en Estados Unidos de América y la Unión Europea, respectivamente, y que son tomadas como guía en la mayoría de los países del mundo para aprobar o prohibir aditivos alimenticios debido a los rigurosos estándares de seguridad de los colorantes para alimentos, regulada por los estándares más rigurosos de aprobación.
¿Los colores artificiales afectan el cerebro y el comportamiento?
Hay dos cosas principales que entender acerca de los aditivos de color. Primero, se usan cantidades muy pequeñas para colorear los alimentos porque ofrecen un color intenso, lo que significa que la exposición a los humanos es mínima, y es poco probable que cause algún problema de salud. En segundo lugar, el cuerpo solo absorbe pequeñas cantidades de los colorantes ingeridos desde el intestino humano hacia el torrente sanguíneo, y no hay evidencia de que lleguen al cerebro.
La parte del cerebro conocida como barrera hematoencefálica es impermeable a muchas sustancias y, por lo tanto, evita el transporte de bacterias, moléculas grandes y la mayoría de las moléculas pequeñas al cerebro. Muchas moléculas, incluida la mayoría de los medicamentos que tienen un peso molecular pequeño, no pueden cruzar la barrera hematoencefálica. Los colores artificiales son moléculas grandes de alto peso molecular y, debido a esto, no es probable que influyan en trastornos como el TDAH. Hasta hoy, no existe evidencia de que los colorantes artificiales puedan afectar la salud de las personas.
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