Un viaje por el azul natural

Un viaje por el azul natural

¡Ah, el azul! Qué bonito color, ¿cierto? Así se pinta el cielo y el mar, psicológicamente nos transmite tanto: calma, confianza, misterio; a la vez nos remite a la infancia y con frecuencia se asocia con la libertad. ¿Se hubieran imaginado que este color tan habitual en nuestra vida diaria sería uno de los pigmentos naturales más raros y difíciles de conseguir de la antigüedad?

Medio Oriente

Para empezar este remoto viaje hacia el pasado, partamos de la palabra «azul»; ¿saben de dónde viene? Pues crean o no, proviene del árabe iazawárd, es decir, «lapislázuli» en referencia al mineral de dicho color. Esta piedra semipreciosa, de distinguido azul marino, solo se encontraba en escasas minas de Oriente Medio, por lo que la obtención del pigmento se tornaba un privilegio que solo los aristócratas podían pagar.

El polvo de este mineral era utilizado como pigmento para teñir telas, pintar cuadros y para ritos funerarios de reyes y emperadores; por lo que era muy cotizado, superando el precio del oro, ¡hasta por cuatro veces! De esta manera, fuimos dotando al azul de esta simbología aristocrática que sobrevive hasta nuestros días.

Los métodos más antiguos para obtener los pigmentos naturales del azul, de los que se tiene registro, se remontan al siglo I a. C. en la antigua civilización de Egipto, presente en el vendaje de las momias. Posteriormente, Marco Polo describe una extraña mezcla con el que producían este raro color en la India, de donde proviene la palabra «índigo», otra manera de nombrar al azul.

América

En la América precolombina ya conocían otra manera natural de extraer el color del cielo y de la nostalgia, principalmente utilizaban diversas flores y plantas de la especie indigofera suffruticosa, conocidas mejor en la actualidad como «jiquilite», con las que teñían también túnicas y atuendos de gala para sacerdotes y autoridades. El registro más viejo de la extracción de estos pigmentos vegetales en América data aproximadamente del año 4,000 a. C en Perú.

La gran civilización maya ingenió su propia mezcla de azul, con el cual lograban obtener ya no un azul marino oscuro, sino un turquesa encendido y particular; dejando huella de esto en sus esculturas y sus más grandes murales, como el encontrado en Bonampak, México. Sin embargo, lo que hace a esta mezcla algo fuera de lo común, no es sólo su tonalidad totalmente insólita, sino su resistencia y durabilidad descubierta muchos años después por antropólogos y estudiosos del tema.

La mezcla del denominado «azul maya» reveló no solo presencia de la planta indigofera, también de palygorskita, un mineral grisáceo y verdoso, rico en aluminio, magnesio, hierro y potasio, vinculado principalmente con la arcilla, el ópalo y el cuarzo. Muchos científicos han buscado recrear este color sin igual a partir de diferentes mezclas, con ingredientes sintéticos y con pigmentos naturales.

Está comprobado que los ingredientes de la mezcla de «azul maya» no tienen esa resistencia por sí solos, sino que es la manera en la que se unifican entre sí durante su realización que le brinda esa resistencia al pigmento. Los científicos creen que esta preparación tiene un origen ritual, donde se conjuntaban la indigofera, la palygorskita y el copal.

Flores y moluscos

En las regiones más cálidas del mundo utilizaban principalmente la indigofera para obtener azul, tanto en América como en la India, donde utilizaban indigofera tinctoria, especie que también forma parte de esta familia; por otro lado, en las regiones frías hacían uso de otras plantas como Isatis tinctoria y polygonum tinctorum, utilizados en Asia y Europa del Este.

Quizá la forma más rara y escasa de obtener el azul de manera natural, ha sido mediante un pequeño animalito llamado Hexaplex trunculus o Murex: un caracol marino, carnívoro, originario de aguas tropicales. Era utilizado en la antigüedad para conseguir un color púrpura popular entre los emperadores fenicios, llamado «Púrpura de Tiro» en referencia a la ciudad libanesa.

También realizaban un tinte con tonalidades que oscilaban entre el púrpura y el índigo, al cual decidieron llamar «azul rey» o «azul de Jacinto», el cual se realizaban en conjunto con otra especie de caracol de la misma familia, llamado Murex trunculus o cañadilla, como de forma común es conocido. Ambos tonos se adquirieron a través de las secreciones de estos moluscos.

Azul artificial

Se le llama índigo sintético, indigotina o simplemente índigo a los tintes industriales que resultan de la conjunción alcalina de ácido anilino acético y del ácido fenilglicina ortocarboxílico, obtenidos por el químico Adolf von Baeyer en 1880. Este nuevo azul recibió el nombre de «azul de Prusia» por aquellos años, en el entonces imperio conformado por Alemania Oriental, Polonia, Suiza, Chequia,  Bélgica, Holanda, Dinamarca, Lituania y Rusia.

El hallazgo de un azul artificial fue el parteaguas para la industrialización del pigmento, dejando atrás las dificultades antiguas y la exclusividad que representaba este color; volviéndose así uno de los colores predilectos de todo el mundo. ¿Pueden creerlo? Sin esta revolución del azul, tener unos típicos pantalones de mezclilla sería imposible.

En la actualidad, con ayuda de la avanzada tecnología, se buscan nuevas mezclas y métodos de fabricación, que sean tan intensos y duraderos como los colores industriales sintéticos, pero cuya materia prima sean pigmentos naturales provenientes de la flora, sin ningún organismo genéticamente modificado.

En Farbe sabemos la importancia de que esto sea una realidad. Por lo que hemos creado nuestra propia gama de colorantes naturales que buscan llevarlos al futuro de lo natural, como nunca. Entre todo nuestro catálogo, se encuentra nuestro azul natural, proveniente de jugo extraído de diversos vegetales. Como ven, crear azul es una cosa seria y nosotros asumimos el reto.

El nuestro es un azul más uniforme en su textura, muy recomendable para matizar verde y morado; tiene mayor estabilidad a la luz, la temperatura y medios ácidos. ¿Qué esperan para verlo?

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